domingo, 3 de febrero de 2013

A LA VERA DEL ARROYO CARRASCO


María Orfila para El Observador

Vecinos denuncian que nunca vieron tanta basura; a quinteros se les secó la tierra

En la ribera montevideana del arroyo Carrasco, sobre la calle Acosta y Lara, está planificado un parque lineal, la construcción de calles y el realojo de familias. Ese lado está bastante limpio. Pero enfrente es otra cosa. De allí proviene un fuerte olor a descomposición. Se divisan varios cerdos que toman agua en el borde de montañas de desechos. Allí funciona más de un criadero. Se ven familias que separan los residuos bajo el sol mientras los caballos hurgan el piso en busca de algún pasto seco. Algunos patos surcan las aguas que todavía corren, puesto que, en grandes áreas, la basura parece tan dura como el suelo.

Cuando la Asociación para la Recuperación del Arroyo Carrasco (Aprac) comenzó a funcionar en 1988 con el objetivo de lograr la descontaminación de ese curso de agua tenía solo un enemigo: los residuos industriales. Ahora la mayor carga que lo pudre es el descarte de la clasificación de los residuos sólidos. De norte a sur, en la cuenca viven 45 mil personas en asentamientos irregulares. Y hoy, sin ninguna iniciativa formal municipal, se acumula mucha más basura que antes.


Ni una bandeja más

“Se gastaron 3 millones de euros y no hicieron nada”, protestó Ruben Fuentes, un vecino. Hacía referencia al Proyecto de cohesión social y desarrollo territorial sustentable para la cuenca del arroyo Carrasco, de las intendencias de Montevideo y Canelones, con fondos de la Unión Europea (UE), que finalizó en 2011. “He llamado hasta al 911 para que despejaran una calle porque no se podía pasar de la mugre”, ilustró. Otra vecina manifestó: “Los niños están en el agua, pero ya no es agua, son residuos sólidos”.

Durante el funcionamiento del proyecto se realizaron operativos de limpieza en el arroyo y sus afluentes por los que se retiraron más de mil toneladas cada vez. No obstante, Roberto Garese, directivo de la Asociación Bañados de Carrasco (ABC Rural), que se fusionó con Aprac, dijo a El Observador que, desde el cierre del proyecto −que, a su juicio, dejó pocas obras medioambientales hechas aunque le quedaron sin ejecutar más de € 200 mil−, las limpiezas se efectúan cuando no entra otra bandeja de plástico. “Se está tirando mucha más basura que antes”, expresó. ABC Rural ha llegado a poner $ 15.000 de sus fondos para retirar basura. El concejal Nicolás Martinelli, del municipio E, al que pertenece Carrasco, prepara una denuncia formal ante el Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente. “No hay más fondos de la UE. Nadie custodia esto. No se limpia, no se mantiene. He visto animales muertos. Podría haber cualquier cosa, hasta cadáveres”, comentó a El Observador. La situación es calamitosa.


Asentados en la basura

El asentamiento de la costanera, frente a Acosta y Lara, es una de las piedras en el zapato del municipio de Paso Carrasco. Todavía no cuenta con ningún proyecto para la zona, pero la idea es replicar el parque lineal y la construcción de viviendas de la IMM. “Es urgente”, señaló el alcalde Luis Martínez. La situación se agravó en los últimos años cuando las casas precarias comenzaron a expandirse desde la calle Oficial 4 hacia la costanera y hacia el sur. No se conoce la cantidad exacta de habitantes, solo que allí se encontró a personas sin cédula de identidad, niños de 8 años que no habían concurrido a la escuela y embarazadas que no habían pisado un hospital. 

Esta alcaldía iniciará un censo y un cálculo de las toneladas de residuos que ingresan cada mes. No obstante, Martínez sabe que el realojo no será fácil por el arraigo de la gente y porque no se dispone de tierras suficientes para llevarlo a cabo dentro del municipio.

El panorama se repite debajo del puente de Parque Miramar, recientemente habilitado. Los sedimentos entreverados con botellas, bolsas, neumáticos y hasta una pelota ocupan hasta casi la mitad del ancho del arroyo en un tramo. Cerca de allí se venden terrenos por US$ 300 el metro cuadrado. A su costado está el asentamiento de Hebraica, de unas 20 casas, cuyo realojo –necesario para la construcción de una calle que unirá el puente con avenida Italia– está trancado.

Martinelli apuntó que el pésimo estado del arroyo Carrasco también preocupa a los nuevos administradores del Hotel Casino Carrasco por la posible contaminación de la playa. Si bien está habilitada por la IMM, se ubica en el medio de dos costas no aptas para baños: la Miramar, del lado de Montevideo, y la playa comprendida entre el arroyo Carrasco y la avenida Racine, del lado de Canelones. “Los microbios no tienen una línea”, dijo una vecina.

Productores improductivos

Cuenca arriba corre a duras penas la cañada La Chacarita, afluente del arroyo Manga, ambos tributarios del arroyo Carrasco. “Hoy está limpio”, dijo Garese. La imagen no era precisamente de limpieza puesto que había unos cuantos residuos estancados en las orillas, pero no estaba el “colchón de nailon” que Garese está acostumbrado a ver. De tanto en tanto la IMM vacía el curso de agua, pero antes de hacerlo, mucha basura ya flotó rumbo al sur. 

Las muestras del agua que tomó la IMM en 2011 revelaron valores de hasta tres veces más que el límite permitido de coliformes fecales −las bacterias que antes de llegar al agua habitan el tracto intestinal de seres humanos y animales− y cantidades insuficientes de oxígeno disuelto, esencial para la vida acuática. La presidenta de ABC Rural, Juanita Bruzzone, dijo que, además de los arroyos, están contaminadas las napas y que los vecinos “quedaron improductivos”. Su viñedo abandonó la mitad de su producción ante la imposibilidad de incluirse en la ruta turística del vino. “No puedo mostrarlo si hay basura alrededor”, relató a El Observador.

La cañada La Chacarita alimentaba los pozos de la quinta de Piccardo. El predio de dos hectáreas parece hoy una estepa. Sin agua para beber y regar y sin conexión a OSE, Piccardo, tercera generación de productores de berro y acelga, compra decenas de botellas de soda cada mes para repartir entre su familia, 10 perros, dos vacas y otros animales. “Mi abuelo tomó esa agua toda la vida”, relató con indignación. A sus pies corre un agua negra y espesa, “como chocolate”, contaminada por los lixiviados que se escurren de la usina Felipe Cardoso. El tajamar es ahora una laguna negra. “No pude regar más. Se quemaban todas las plantas. Di quiebra”, contó. Ahora trabaja en la quinta de un vecino. En la usina se está construyendo una planta de tratamiento de lixiviado que detendrá las fugas, pero no remediará lo hecho.

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